el siete de mayo - Hechos 17.16-34, Jueces 7-8 y Job 37

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Pablo en Atenas

Hechos 17 16Mientras Pablo esperaba en Atenas a Silas y Timoteo, se indignó mucho al ver que la ciudad estaba llena de ídolos. 17Por eso discutía en la sinagoga con los judíos y con otros que adoraban a Dios, y cada día discutía igualmente en la plaza con los que allí se reunían. 18También algunos filósofos epicúreos y estoicos comenzaron a discutir con él. Unos decían:
--¿De qué habla este charlatán?
Y otros:
--Parece que es propagandista de dioses extranjeros.
Esto lo decían porque Pablo les anunciaba la buena noticia acerca de Jesús y de la resurrección. 19Entonces lo llevaron al Areópago, y le preguntaron:
--¿Se puede saber qué nueva enseñanza es esta que tú nos traes? 20Pues nos hablas de cosas extrañas, y queremos saber qué significan.
21Y es que todos los atenienses, como también los extranjeros que vivían allí, solo se ocupaban de oir y comentar las últimas novedades.
22Pablo se levantó en medio de ellos en el Areópago, y dijo:
"Atenienses, por todo lo que veo, ustedes son gente muy religiosa. 23Pues al mirar los lugares donde ustedes celebran sus cultos, he encontrado un altar que tiene escritas estas palabras: 'A un Dios no conocido'. Pues bien, lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles.
24"El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por los hombres, 25ni necesita que nadie haga nada por él, pues él es quien nos da a todos la vida, el aire y las demás cosas.
26"De un solo hombre hizo él todas las naciones, para que vivan en toda la tierra; y les ha señalado el tiempo y el lugar en que deben vivir, 27para que busquen a Dios, y quizá, como a tientas, puedan encontrarlo, aunque en verdad Dios no está lejos de cada uno de nosotros. 28Porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos; como también algunos de los poetas de ustedes dijeron: 'Somos descendientes de Dios.' 29Siendo, pues, descendientes de Dios, no debemos pensar que Dios sea como las imágenes de oro, plata o piedra que los hombres hacen según su propia imaginación. 30Dios pasó por alto en otros tiempos la ignorancia de la gente, pero ahora ordena a todos, en todas partes, que se vuelvan a él. 31Porque Dios ha fijado un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por medio de un hombre que él ha escogido; y de ello dio pruebas a todos cuando lo resucitó."
32Al oir eso de la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron:
--Ya te oiremos hablar de esto en otra ocasión.
33Entonces Pablo los dejó. 34Pero algunos lo siguieron y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, que era uno de los miembros del Areópago, y también una mujer llamada Dámaris, y otros más.


Gedeón derrota a los madianitas

Jueces 7 1Gedeón, a quien ahora llamaban Jerubaal, y todos los que estaban con él, se levantaron de madrugada y fueron a acampar junto al manantial de Harod. El campamento de los madianitas les quedaba entonces al norte, en el valle que está al pie del monte de Moré.
2El Señor le dijo a Gedeón: "Traes tanta gente contigo que si hago que los israelitas derroten a los madianitas, van a alardear ante mí creyendo que se han salvado ellos mismos. 3Por eso, dile a la gente que cualquiera que tenga miedo puede irse a su casa."
De este modo Gedeón los puso a prueba, y se fueron veintidós mil hombres, quedándose diez mil. 4Pero el Señor insistió: "Son muchos todavía. Llévalos a tomar agua, y allí yo los pondré a prueba y te diré quiénes irán contigo y quiénes no."
5Gedeón llevó entonces a la gente a tomar agua, y el Señor le dijo: "Aparta a los que beban agua en sus manos, lamiéndola como perros, de aquellos que se arrodillen para beber."
6Los que bebieron agua llevándosela de las manos a la boca y lamiéndola como perros fueron trescientos. Todos los demás se arrodillaron para beber. 7Entonces el Señor le dijo a Gedeón: "Con estos trescientos hombres voy a salvarlos a ustedes, y derrotaré a los madianitas. Todos los demás pueden irse."
8Gedeón mandó entonces que todos los demás regresaran a sus tiendas; pero antes de que se fueran les recogió sus cántaros y sus cuernos de carnero. Solo se quedó con los trescientos hombres escogidos, acampando más arriba de los madianitas, que estaban en el valle.
9Aquella noche el Señor le ordenó a Gedeón: "Levántate y baja a atacar a los madianitas, pues los voy a entregar en tus manos. 10Pero si tienes miedo de atacarlos, baja antes al campamento con Purá, tu criado, 11y escucha lo que digan. Después te sentirás con más ánimo para atacarlos."
Entonces Gedeón bajó con Purá, su criado, hasta los puestos avanzados del campamento enemigo. 12Los madianitas, los amalecitas y la gente del oriente se habían esparcido por el valle como una plaga de langostas. Tenían tantos camellos como arena hay a la orilla del mar. 13Al acercarse Gedeón al campamento enemigo, oyó que un soldado le contaba a otro un sueño que había tenido. Le decía:
--Soñé que un pan de cebada venía rodando hasta nuestro campamento, y que al chocar contra una tienda la hacía caer.
14Y su compañero le contestó:
--Eso no es otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el israelita. Dios va a entregar en manos de Gedeón a los madianitas y a todo su campamento.
15Al oir cómo se había contado e interpretado el sueño, Gedeón adoró al Señor. Después volvió al campamento israelita y ordenó:
--¡Arriba, que el Señor va a entregarnos el campamento madianita!
16En seguida dividió sus trescientos hombres en tres grupos, y les dio cuernos de carnero a todos y unos cántaros vacíos que llevaban dentro antorchas encendidas. 17Y les dijo:
--Cuando llegue yo al otro lado del campamento enemigo, fíjense en mí y hagan lo mismo que me vean hacer. 18Cuando yo y los que van conmigo toquemos el cuerno, tóquenlo ustedes también alrededor de todo el campamento, y griten: '¡Por el Señor y por Gedeón!'
19Así pues, Gedeón y sus cien hombres llegaron al otro lado del campamento cuando estaba por comenzar el turno de guardia de medianoche. Entonces tocaron los cuernos de carnero y rompieron los cántaros que llevaban en las manos, 20y los tres grupos tocaron al mismo tiempo los cuernos de carnero y rompieron los cántaros. En la mano izquierda llevaban las antorchas encendidas, y los cuernos de carnero en la derecha, y gritaban: "¡Guerra! ¡Por el Señor y por Gedeón!" 21Y como los israelitas se quedaron quietos en sus puestos alrededor del campamento, y todos en el ejército madianita gritaban y salían huyendo 22mientras los trescientos israelitas seguían tocando los cuernos de carnero, el Señor hizo que los madianitas lucharan entre sí, y que salieran huyendo hasta Bet-sitá, camino de Sererá, y hasta la frontera de Abel-meholá, junto a Tabat.
23Entonces se llamó a los israelitas de las tribus de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, para que persiguieran a los madianitas. 24Gedeón mandó mensajeros por los montes de Efraín, ordenando que los hombres de esta tribu bajaran a luchar contra los madianitas y ocuparan los lugares por donde se podía cruzar el río en Bet-bará y en el Jordán, antes de que ellos llegaran. Los de Efraín cumplieron estas órdenes, 25y además capturaron a dos jefes madianitas llamados Oreb y Zeeb. A Oreb lo mataron en la peña que ahora se conoce como Peña de Oreb. A Zeeb lo mataron en el lugar que lleva su nombre, y que era donde se pisaba la uva para hacer vino. Y después de perseguir a los madianitas, llevaron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón, que estaba al otro lado del Jordán.

Gedeón captura a los reyes madianitas

Jueces 8 1Los de la tribu de Efraín se enojaron y discutieron con Gedeón porque él no los había mandado llamar cuando salió a pelear contra los madianitas. 2Pero él les contestó:
--¿No se dan cuenta de que ustedes hicieron más aún de lo que yo hice? Lo poco que ustedes hicieron vale más que lo mucho que hicimos nosotros. 3Dios les entregó a Oreb y a Zeeb, los jefes madianitas. ¿Qué hice yo que se pueda comparar con lo que ustedes hicieron?
Cuando los de Efraín oyeron estas palabras de Gedeón, se les pasó el enojo contra él.
4Gedeón y sus trescientos hombres llegaron al Jordán y lo cruzaron, aunque estaban rendidos de cansancio por ir persiguiendo al enemigo. 5En Sucot, Gedeón les pidió a los que allí vivían:
--Por favor, den algo de comer a los que vienen conmigo, porque están rendidos de cansancio. Andamos persiguiendo a los reyes madianitas Zébah y Salmuná.
6Pero los jefes de Sucot le respondieron:
--¿Acaso ya has capturado a Zébah y Salmuná, para que alimentemos a tu ejército?
7Y Gedeón les contestó:
--¡Después que el Señor me entregue a Zébah y Salmuná, regresaré y les desgarraré a ustedes la carne con espinas y zarzas del desierto!
8De allí fue a Penuel, donde pidió lo mismo que en Sucot. Pero como los de Penuel le respondieron igual que los de Sucot, 9Gedeón les dijo:
--¡Cuando yo regrese vencedor, echaré abajo esa torre!
10Zébah y Salmuná estaban en Carcor con unos quince mil hombres, que era todo lo que quedaba del ejército del oriente, pues habían muerto ciento veinte mil de ellos. 11Gedeón avanzó por el camino que bordea el desierto, al este de Nóbah y Jogbehá, y atacó su campamento cuando ellos menos lo esperaban. 12Zébah y Salmuná salieron huyendo, pero Gedeón los persiguió y los capturó, y llenó de espanto a todo el ejército.
13Cuando Gedeón regresaba de la batalla por el paso de Heres, 14capturó a un joven de Sucot y lo interrogó; y aquel joven le dio por escrito los nombres de los setenta y siete jefes y ancianos de Sucot. 15Entonces Gedeón fue a Sucot y les dijo a los de este pueblo:
--¿Recuerdan cómo se burlaron de mí por causa de Zébah y de Salmuná? ¿Recuerdan que les negaron pan a mis hombres, que estaban rendidos de cansancio, diciéndonos que todavía no los teníamos cautivos? ¡Pues aquí los tienen!
16Entonces Gedeón tomó espinas y zarzas del desierto, y con ellas castigó a los ancianos de Sucot. 17También echó abajo la torre de Penuel, y mató a la gente de esta ciudad. 18Luego les preguntó a Zébah y a Salmuná:
--¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor?
Y ellos le contestaron:
--Se parecían a ti. Cada uno de ellos parecía un príncipe.
19Entonces Gedeón gritó:
--¡Mis hermanos! ¡Mataron a mis propios hermanos! Tan cierto como que el Señor vive, que si ustedes no los hubieran matado, yo tampoco los mataría a ustedes ahora.
20En seguida le ordenó a Jéter, su hijo mayor:
--¡Levántate y mátalos!
Pero Jéter era todavía muy joven, y no se atrevió a sacar su espada. 21Entonces Zébah y Salmuná le dijeron a Gedeón:
--¡Pues mátanos tú! ¡Al hombre se le conoce por su valentía!
Gedeón se levantó y los mató, y tomó los adornos que llevaban al cuello los camellos de Zébah y Salmuná. 22Entonces los israelitas le dijeron:
--Ya que tú nos has librado del poder de los madianitas, queremos que tú y tus descendientes nos gobiernen.
23Pero Gedeón les contestó:
--Ni yo ni mi hijo los gobernaremos a ustedes. El Señor será quien los gobierne. 24Lo que sí quiero es pedirles que me den los anillos que han capturado.
Esos anillos de oro los usaban los soldados enemigos, porque eran gente del desierto. 25Los israelitas, tendiendo una capa en el suelo, echaron en ella los anillos que habían tomado, y le dijeron a Gedeón:
--Aquí los tienes.
26Todo el oro de los anillos pesó casi diecinueve kilos, sin contar los adornos ni las joyas y telas de púpura que llevaban los reyes de Madián, ni los collares de sus camellos. 27Con ese oro Gedeón hizo un efod, que puso en Ofrá, su ciudad, y todo Israel le fue infiel al Señor por causa del efod, el cual se volvió una trampa para Gedeón y su familia.
28Así fue como los madianitas quedaron sometidos a Israel, y nunca más volvieron a levantar cabeza. Durante cuarenta años, mientras Gedeón vivió, hubo paz en la región.

Muerte de Gedeón

29-30Jerubaal, o sea Gedeón, se fue a vivir a su propia casa, y tuvo setenta hijos, pues tenía muchas esposas. 31Una concubina que él tenía en Siquem, también le dio un hijo, y él le puso por nombre Abimélec.
32Gedeón murió ya entrado en años, y lo enterraron en la tumba de su padre Joás, en Ofrá, ciudad del clan de Abiézer.
33Después que murió Gedeón, los israelitas volvieron a abandonar a Dios para adorar a las diferentes representaciones de Baal, y escogieron como su dios a Baal-berit. 34Se olvidaron del Señor su Dios, que los había salvado de todos los enemigos que los rodeaban, 35y no correspondieron con bondad a la familia de Jerubaal, o sea Gedeón, por todo lo bueno que él había hecho por ellos.


Job 37 1Al ver la tempestad, mi corazón palpita
como si fuera a salírseme del pecho.
2Escuchen el estruendo de la voz de Dios,
el trueno que sale de su boca.
3Él lanza el relámpago por todo el cielo
y de un extremo a otro de la tierra.
4Luego se oye un estruendo,
cuando hace resonar su voz majestuosa;
y mientras se oye el trueno,
los relámpagos no cesan.
5Cuando Dios hace tronar su voz,
se producen maravillas;
suceden grandes cosas que nadie puede comprender.
6Ordena a la nieve caer sobre la tierra
y hace que la lluvia caiga con violencia.
7Hace que los hombres se queden en sus casas,
y que todos reconozcan que él es quien actúa.
8Los animales entran en sus cuevas,
y allí se quedan escondidos.
9Del sur viene el huracán,
y del norte viene el frío.
10Por el soplo de Dios se forma el hielo
y las aguas extensas se congelan.
11Él carga de humedad las nubes,
y hace que de ellas surja el rayo;
12y el rayo va, zigzagueando por el cielo,
cumpliendo así las órdenes de Dios
en toda la superficie de la tierra.
13De todo ello se vale Dios para castigar a la tierra
o para mostrarle su bondad.

14Job, ten paciencia y escucha,
considera las cosas admirables que hace Dios.
15¿Sabes tú cómo Dios dispone todo esto,
y cómo brilla el relámpago en la nube?
16¿Sabes tú cómo flotan las nubes en el aire,
prueba admirable de su perfecta inteligencia?
17Tú te sofocas de calor entre tu ropa
cuando el viento del sur adormece la tierra.
18¿Puedes tú ayudar a Dios a extender el cielo
y dejarlo firme como una hoja de metal?
19Enséñanos qué debemos decirle a Dios,
pues estamos a oscuras y sin argumentos.
20Yo ni siquiera le diría que quiero hablar,
pues sería como querer que me destruya.

21No es posible ver la luz del sol
cuando las nubes lo ocultan;
pero si el viento sopla, el cielo se aclara.
22Resplandores de oro aparecen por el norte,
cuando Dios se rodea de terrible majestad.
23No podemos comprender al Todopoderoso,
pues él es inmensamente fuerte y justo;
es recto y no oprime a nadie.
24Por eso los hombres le temen;
nada significan los sabios para él.

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